Por ser mujer
Fecha: 17 Nov 2017
Cristina Antoñanzas, Vicesecretaria General de UGT
Las mujeres disponen de menos recursos para costear los gastos de la vida, se ven abocadas a renunciar a cosas que podrían permitirse si recibieran por su trabajo lo que reciben sus compañeros masculinos. Menos ingresos salariales implican menores prestaciones sociales.
Las estadísticas, como siempre, ponen una reveladora fría luz sobre las realidades con las que convivimos. No recuerdo quién decía algo así como que "lo que no se puede medir no se puede mejorar", y la verdad es que en nuestro mundo parece que lo que no puede ser reflejado en una estadística, o bien no existe, o bien no es lo suficientemente importante.
Y sí, hay estadísticas que reflejan la situación que padecen millones de mujeres por eso… Ser mujeres. Es un atavismo que pervive con más vigor del que queremos reconocer, y que ni las movilizaciones, ni las políticas, ni la rebeldía, ni el sufrimiento de millones de personas –de mujeres– ha consigo erradicar. Todavía.
Esa fría luz de las estadísticas pone delante de nuestros ojos que las mujeres en España cobramos de media un 14,9% menos por nuestro trabajo que los hombres. Es eso a lo que llamamos brecha salarial, tras la que se esconde todavía una realidad compleja con muchas implicaciones. La más evidente es que las mujeres disponen de menos recursos para costear los gastos de la vida, se ven abocadas a renunciar a cosas que podrían permitirse si recibieran por su trabajo lo que reciben sus compañeros masculinos (sea ocio, bienestar, cultura, formación…). Menos ingresos salariales implican menores prestaciones sociales (desempleo, pensiones). Mayores dificultades para acceder a un crédito bancario, para alquilar una vivienda, para recurrir a servicios especializados como la asesoría jurídica, para asociarse, etc., en definitiva, mayores dificultades para desarrollar un proyecto de vida.
Y esa es sólo una parte del problema. ¿En qué disposición vas cada día a trabajar sabiendo que cobras menos que tú compañero de enfrente? Desde hace muchos años las organizaciones sindicales venimos vigilando estrechamente que los convenios colectivos no incluyan cláusulas que puedan ser discriminatorias, ni salariales ni de ningún otro tipo. Y se ha avanzado mucho en este ámbito. Pero los convenios son acuerdos que deben aplicarse de manera efectiva en cada centro de trabajo, y es ahí donde no siempre alcanzamos los objetivos, especialmente si no hay presencia sindical en los centros de trabajo.
La brecha salarial entre hombres y mujeres no es un problema exclusivo de nuestro país, ni es el único factor de discriminación laboral hacia las mujeres. Las trabajadoras son mayoritarias en la economía informal, y también las que más se ven obligadas a aceptar trabajos a tiempo parcial, bien para compatibilizarlo con las cargas familiares, o bien, en su mayoría, porque no han podido acceder a un trabajo a tiempo completo. No porque nosotras queramos, sino porque nos obligan. Pero incluyo en aquellos centros de trabajo donde no hay desigualdades aparentes, cualquier trabajadora podrá contar experiencias de que sí lo hay. ¿A quién pedirá el jefe que haga fotocopias durante una reunión con su equipo, en el que hay cinco hombres y una mujer? ¿Por qué a ese compañero al que han ascendido le ponen secretaria, si su predecesora no tenía? ¿Por qué cada vez que el jefe se va de viaje elige de entre sus colaboradores a una mujer para que le imprima los billetes, aunque ella tenga más cualificación y rango profesional? Por ser mujer.
Todavía no está suficientemente cerca el día en que la igualdad entre mujeres y hombres sea tan común como el aire que respiramos. Todavía no hemos avanzado lo suficiente, a pesar de lo que estamos invirtiendo en esta lucha nosotras, nuestras madres, nuestras abuelas. Pero esta lucha está muy viva y el objetivo cada vez más cerca.
>> tribuna en "El Siglo de Europa" <<