Es necesario, también, adoptar cambios en la política fiscal y presupuestaria de la UE para reactivar la economía
Fecha: 22 Ene 2015
UGT valora el cambio de rumbo de la política monetaria llevada a cabo por el BCE, que ha aprobado hoy el programa de compra de activos, pues puede facilitar la reactivación de la economía. Este cambio constata el fracaso de la política de austeridad extrema, que no existen barreras infranqueables para la adopción de medidas económicas y que sólo hace falta voluntad para cambiar las cosas porque la política puede y debe gobernar los mercados, y no al revés.
El sindicato afirma que ahora es preciso un cambio drástico de la política fiscal y presupuestaria europea, tilda de insuficiente el plan de inversiones de Juncker y propone el que defiende la Confederación Europea de Sindicatos, que plantea inversiones adicionales durante un periodo de 10 años para crear 11 millones de empleos en la UE. Por último, confía que los gobiernos y la Comisión no tarden, de nuevo cuatro años, en rectificar porque el futuro de la UE y el bienestar de sus ciudadanos depende de ello.
Tal y como se esperaba, el Banco Central Europeo (BCE) ha aprobado hoy el programa de compra de activos (‘quantitative easing’ en su denominación en inglés) que llevaba preparando desde junio del pasado año, y que supone el paso final en el camino de cambios en la política monetaria implementados desde entonces, destinados a inyectar dinero en la economía para impulsar el crédito a empresas y familias y, en último término, relanzar la demanda y la actividad económica, intentando evitar un proceso deflacionista que tendría consecuencias dramáticas y que la zona euro viene bordeando desde hace tiempo.
El programa aprobado hoy supone la compra de activos públicos y privados, pero sobre todo deuda pública a largo plazo de los países de la zona, por un importe de 60.000 millones de euros mensuales hasta septiembre de 2016. Con ello, el BCE adquiere las capacidades y márgenes de maniobra que requiere una política monetaria eficaz, a semejanza de la que realizan otros bancos centrales (EEUU, Reino Unido, Japón), y cuya ausencia ha sido un lastre durante esta larga crisis.
Por tanto, bienvenido sea este programa que, aunque llega muy tarde y tiene riesgos, empuja en la correcta dirección.
El drástico cambio en la política monetaria que se visualiza más que nunca con esta medida supone dos cosas: de un lado, es la constatación del fracaso de la política de austeridad extrema que ha hundido la economía europea desde 2010, y que ha sometido a sus ciudadanos a niveles de sufrimiento intolerables, a todas luces innecesarios; por otro lado, la adopción de este paquete de medidas por parte del BCE, que se calificaba de ‘imposible’ hace unos años, demuestra que no existen barreras infranqueables para la adopción de medidas económicas, más allá de las que dicta el conocimiento acumulado por la teoría económica en décadas de historia, y solo hace falta voluntad política para cambiar el statu quo.
En definitiva, que es la política la que puede y debe gobernar los mercados, y no al revés, como ha venido sucediendo con la complacencia de los dirigentes y organismos internacionales que gobiernan el actual orden mundial.
Pero la política monetaria no puede sacar del pozo a la economía europea por sí sola. Es preciso un cambio drástico de la política fiscal y presupuestaria europea. Es con más gasto y más inversiones como se genera un aumento de la demanda en una situación de depresión como la actual, algo que la teoría económica aprendió en la crisis de los treinta del pasado siglo, y que las autoridades europeas y organismos internacionales se han empeñado en ignorar durante años con nefastas consecuencias para los ciudadanos y ciudadanas de la zona. Y ello requiere también de una relajación de los plazos de ajuste presupuestario.
En este sentido, el denominado Plan Juncker resulta muy insuficiente, tanto cuantitativa como cualitativamente, y es preciso promover una acción conjunta a nivel europeo de mayor calado que tire de la demanda de la zona con decisión. Un plan como el propuesto por la Confederación Europea de Sindicatos (CES) con el título de "Un nuevo camino para Europa”, que plantea inversiones adicionales durante un período de 10 años para crear 11 millones de empleos en la UE.
Para ello, será necesario doblegar la oposición de Alemania como, al menos de manera parcial, ha logrado Mario Draghi desde el BCE. Esperemos que los gobiernos de los 28 países y la Comisión no tarden de nuevo cuatro años en rectificar y hacer lo que deben, porque el futuro de la Unión Europea y el bienestar de sus ciudadanos dependen de ello.