Heroínas, mujeres esenciales

Artículo de opinión de Cristina Antoñanzas, Vicesecretaria General de UGT, en "El Siglo de Europa"


Cada vez que veo la legión de mujeres que está dando la batalla en primera línea contra la pandemia del coronavirus, no puedo evitar pensar: ahí estamos. Somos la mayoría porque lamentablemente también estamos asumiendo en estos momentos una buena parte de la carga de esta crisis.

Y somos nosotras, las que llevamos años denunciando la situación de discriminación, desigualdad, etc., las que estamos cubriendo los vacíos de cobertura del sistema de bienestar social.

Cuidamos mayoritariamente de las personas mayores, dependientes, menores; mujeres que luchamos día a día contra la enfermedad en hospitales, residencias de ancianos, a riesgo de perder ellas mismas la salud (el sector sanitario está muy feminizado); mujeres que trabajan en servicios esenciales como la limpieza, el comercio. Mujeres que teletrabajan y, a la vez, asumen el peso de las responsabilidades familiares, de su hogar. Esperemos que, al menos, en el hogar, se hayan dado pasos adelante en materia de corresponsabilidad.

Mujeres fuertes y generosas, mujeres no sólo en los servicios esenciales, sino esenciales. Situaciones como ésta nos llevan a preguntar, de nuevo, por qué sigue existiendo la brecha de género, por qué no puede existir una igualdad real entre hombres y mujeres, cuando están codo con codo para luchar por el mismo objetivo: parar el virus. No se entiende, máxime en pleno siglo XXI y viviendo en una sociedad supuestamente avanzada. Es absurdo y contrario al progreso social y al bien común.

Esta pandemia ha puesto de relieve que lo primero es la salud, las personas, un mensaje que UGT viene repitiendo una y otra vez. De la crisis del Covid-19 no podemos salir como si no hubiera pasado nada. Y no podemos dar ni un paso atrás en igualdad. Tenemos la oportunidad para poner las cosas en su sitio y cambiar las cosas.

No podemos salir de la hibernación con más de lo mismo, volcándonos en salvar la economía y dejando a las personas atrás, como ocurrió en 2008. El coste de la crisis generada por el sistema financiero fue asumido por la sociedad y supuso pérdida de empleos, más precariedad, devaluación salarial sin precedentes, recortes en nuestro Estado del Bienestar y en los servicios públicos (que hoy todo el mundo parece valorar, incluso los que hicieron esos recortes bajo el eufemismo de “reformas”) y que, en definitiva, supuso una pérdida de derechos laborales y sociales que aún no hemos recuperado en su totalidad.

Para ello, hay que cambiar legislaciones, como la laboral, que rompe el equilibrio en la negociación de las relaciones laborales en detrimento de los trabajadores y trabajadoras, reforzar las plantillas de inspectores para detectar los fraudes laborales y fiscales (porque este Estado de Derecho, este modelo social, hay que mantenerlo entre todos y en proporción a lo que cada uno puede aportar), o buscar mecanismos decididos para erradicar todo tipo de discriminación.

Son muchos los propósitos, pero hace falta una voluntad decidida para que, a través de la búsqueda de consensos, lo más amplios posibles, cambiar las cosas y aprobar normas y leyes que miren hacia el interés común y avancen hacia la igualdad, hacia un nuevo contrato social.

Es importante establecer consensos para eliminar lacras sociales: como es la violencia de género, una cuestión que, lejos de erradicarse, cada vez va a más y que nos atañe a todos. Debe haber tolerancia cero con todas las actitudes machistas, tolerancia cero con los abusos y acosos, tolerancia cero en los centros de trabajo. Son necesarios más mecanismos de protección en el ámbito laboral y, en este sentido, España debería ratificar ya los Convenios 190 y 189 de la Organización Internacional del Trabajo.

Confío en la fuerza de las mujeres, confío en el sentido común y espero que la crisis del coronavirus represente una verdadera oportunidad para alcanzar la igualdad real de mujeres y hombres.


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Fuente: El Siglo de Europa